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ESTUDIO EN ESCARLATA
Novela de misterio escrita por
Arthur Conan Doyle y publicada en la revista Beeton's Christmas Annual de
noviembre de 1887, con ilustraciones de David Henry Friston. Se trata de la
primera aparición de Sherlock Holmes y el Dr. Watson.ustraciones de David Henry Friston. Se trata de la
primera aparición de Sherlock Holmes y el Dr. Watson.
·Métodos utilizado por Sherlock Holmes:
EXPOSICIÓN DEL PROBLEMA:
Escucha atentamente la exposición
del caso para decidir si valía la pena el caso y si era lo bastante interesante
para que él le dedicara tiempo a resolverlo.
«Mi querido Sherlock Holmes: Esta noche, a las
tres, ha ocurrido un asunto malo en los Jardines Lauriston, situados a un lado
de la carretera de Brixton. El hombre nuestro que hacía la ronda vio allí una
luz a eso de las dos de la madrugada, y como se trata de una casa deshabitada
receló que algo ocurría de extraordinario. Halló la puerta abierta, y en la
habitación de la parte delantera, que está sin amueblar, encontró el cadáver de
un caballero bien vestido, al que halló encima tarjetas con el nombre de Enoch
J. Drebber, Cleveland, Ohio, EE.UU... No ha existido robo, y no hay nada que
indique de qué manera encontró aquel hombre la muerte. En la habitación hay
manchas de sangre, pero el cuerpo no tiene herida alguna. No sabemos cómo
explicar el hecho de que aquel hombre se encontrase allí; el asunto todo resulta
un rompecabezas. Si le es posible llegarse hasta la casa en cualquier momento,
antes de las doce, me encontrará en ella. He dejado todas las cosas en statu
quo hasta recibir noticias suyas. Si le es imposible venir, yo le proporcionaré
detalles más completos y apreciaré como una gran gentileza de su parte el que
me favorezca con su opinión.
Observación y Descripción.
Sherlock Holmes es una persona muy observadora y toma en cuenta hasta el más mínimo detalle, después ser analizado. Desde el momento que conoció a Watson como lo narra en la primera parte de la novela fue sumamente
observador y analizador, no es sorpresa que lo hiciera a lo largo de toda la
investigación
- ¡De ninguna manera! Yo descubrí que
usted había venido del Afganistán. Por la fuerza de un largo hábito, el curso
de mis pensamientos es tan rígido en mi cerebro, que llegué a esa conclusión
sin tener siquiera conciencia de las etapas intermedias. Sin embargo, pasé por
esas etapas. El curso de mi razonamiento fue el siguiente: «He aquí a un
caballero que responde al tipo del hombre de Medicina, pero que tiene un aire
marcial. Es, por consiguiente, un médico militar con toda evidencia. Acaba de
llegar de países tropicales, porque su cara es de un fuerte color oscuro, color
que no es el natural de su cutis, porque sus muñecas son blancas. Ha pasado por
sufrimientos y enfermedad, como lo pregona su cara macilenta. Ha sufrido una
herida en el brazo izquierdo. Lo mantiene rígido y de una manera forzada... ¿En
qué país tropical ha podido un módico del Ejército inglés pasar por duros
sufrimientos y resultar herido en un brazo? Evidentemente, en el Afganistán.»
Toda esa trabazón de pensamientos no me llevó un segundo. Y entonces hice la
observación de que usted había venido del Afganistán, lo cual lo dejó
asombrado.
“Llegué a la casa, como usted
sabe, a pie y con el cerebro libre de toda clase de impresiones. Empecé, como
es natural, por examinar la carretera, y descubrí, según se lo tengo explicado
ya, las huellas claras de un carruaje, y este carruaje, como lo deduje de mis investigaciones,
había estado allí en el transcurso de la noche. Por lo estrecho de la marca de
las ruedas me convencí de que no se trataba de un carruaje particular, sino de
uno de alquiler. El coche Hansom de cuatro ruedas que llaman Growler es mucho más
estrecho que el particular llamado Brougham.” Fue ése el primer punto que
anoté. Avancé luego despacio por el sendero del jardín, y dio la casualidad de
que se trataba de un suelo de ardua, extraordinariamente apto para que se
graben en el mismo huellas. A usted le parecerá, sin duda, una simple franja de
barro pisoteado, pero todas las huellas que había en su superficie encerraban
un sentido para mis ojos entrenados.
Explicación y correlación:
Al ser tan
observador Sherlock Holmes puede relacionar al instante lo analizado y lo que está viendo con los datos que ha obtenido y
de esa forma tratar de dar explicación a los hechos.
-Absolutamente ninguna -
canturreó Lestrade. Sherlock Holmes se acercó al cadáver, se arrodilló y lo
examinó con gran atención.
-¿Están ustedes seguros de que no
tiene ninguna herida? -preguntó, apuntando con el dedo hacia las muchas manchas
y salpicaduras de sangre que había a su alrededor.
-¡Terminantemente seguros!
-exclamaron ambos detectives.
-Pues entonces esta sangre es la
de otro individuo, quizás el asesino, si se ha cometido, en efecto, un
asesinato. Esto me trae a la memoria las circunstancias de que estuvo rodeada
la muerte de Van Jansen, de Utrecht, ocurrida el año treinta y cuatro. ¿Recuerda
usted el caso, Gregson?
-Si este hombre fue asesinado,
¿cómo se realizó el hecho? -preguntó el primero.
- Lo envenenaron -contestó
Sherlock Holmes, concisamente, y echó a andar-.
Otra cosa más, Lestrade - agregó,
dando media vuelta al llegar a la puerta-: ráche es una palabra alemana que
equivale a castigo; de modo pues, que no pierda tiempo buscando a la señorita
Rache!.
Obtención de datos:
Sherlock Holmes no se
conforma con la información que le
proporcionan y con lo que él ve, por lo cual se da a la tarea de indagar mas a profundidad y mandar un
telégrafo para obtener más información sobre el occiso.
Era la una cuando abandonamos el
número 3 de los Jardines de Lauriston. Sherlock Holmes me condujo a la oficina
de telégrafos más próxima y desde ella envió un largo telegrama. Acto continuo
llamó un coche de alquiler y dio orden al cochero de que nos llevase a la
dirección que nos había dado Lestrade.
-No hay nada como los datos
obtenidos de primera mano -me hizo notar-. A decir verdad, yo tengo formada
opinión completa sobre el caso; a pesar de ello, no está mal que sepamos todo
lo que puede saberse.
Método hipotético-deductivo.
Sherlock al contar con suficientes datos que ha estado recolectando, analizando y organizando durante la toda investigación y al tener una capacidad de síntesis muy bien desarrollada es capaz
de realizar hipótesis para dar con el asesino, resolviendo que la
víctima había sido envenenada y que el asesino manejaba un carruaje.
-Voy a proceder a dividir en dos
una de estas píldoras -dijo Holmes, y sacando un cortaplumas puso sus palabras
en acción-. Una mitad la volvemos a meter en la cajita para futuras
demostraciones. Echará la otra mitad dentro de este vaso de vino, que tiene en
el fondo una cucharadita de agua. Ya ven cómo
tenía razón nuestro amigo el
doctor, y lo fácilmente que se disuelve.
-Quizás esto sea muy interesante
-dijo Lestra, con el tono ofendido de quien supone que se están riendo de él-;
pero no alcanzo a ver qué relación tiene con la muerte del señor Joseph
Stangerson.
-Tenga paciencia, amigo; tenga
paciencia. A su debido momento descubrirá que la relación no puede ser más
íntima. Voy ahora a agregar a la mezcla un poco de leche, para que tenga buen
sabor, y ya veremos cómo el perro lame bastante a gusto cuando se la pongamos
delante.
Mientras hablaba, vertió el
contenido del vaso en un platillo y colocó éste delante del terrier, que se
apresuró a lamerlo hasta no dejar gota. La seriedad con que actuaba Sherlock
Holmes nos había impresionado hasta el punto de que permanecimos sentados y en
silencio, con la atención concentrada en
el animalito, esperando ver algo
sorprendente. Sin embargo, no ocurrió tal cosa. El perro siguió tendido encima
del almohadón, respirando fatigosamente, pero ni mejor ni peor por efecto del
brebaje.
Holmes había sacado su reloj, y
conforme fue pasando un minuto tras otro sin que se observase resultado alguno,
los rasgos de su cara fueron tomando una expresión de grandísimo pesar y
desilusión. Se mordiscó los labios, tamborileó con los dedos encima de la mesa
y dejó ver todos los síntomas de la más
viva impaciencia. Era tan grande
su emoción, que yo llegué a sentir un sincero pesar por él, mientras que los
dos detectives se sonreían burlonamente. Aquel fracaso de Holmes no parecía
desagradarles en modo alguno.
—No puede ser una simple
coincidencia -exclamó al fin, saltando de su asiento y yendo y viniendo como un
desatinado por la habitación-. Es imposible que se trate de una simple
coincidencia.
Encontramos después de la muerte
de Stangerson unas píldoras idénticas, las que yo sospeché que se habían
empleado en el caso de Drebber. Y, sin embargo, resultan sin ninguna
acción. ¿Qué puede significar
esto? Con seguridad, que no puede existir un fallo en la cadena de mis
razonamientos.
¡Imposible! Y, sin embargo,
ningún daño le han hecho a este desgraciado chucho. ¡Ya di con ello! ¡Ya di con
elIo!
Dejó escapar un chillido de
júbilo, se abalanzó hacia la cajita, dividió en dos la otra píldora, la
disolvió, le agregó leche y se la presentó al terrier. Casi ni tiempo había
tenido el desdichado animal de humedecer su lengua en el líquido cuando sufrió
un temblor convulsivo en todos sus miembros y quedó tan rígido y sin
vida como si lo hubiese herido el
rayo.
-Holmes-le dije yo-, me deja
usted atónito. Con seguridad que usted no tiene la certeza que simula tener
acerca de aquellos detalles que les dio.
-No existe posibilidad de
equivocación -contestó-. Lo primero en que me fijé al llegar allí fue que un
coche había marcado dos surcos con sus ruedas cerca del bordillo de la acera.
Ahora bien: hasta la pasada noche, y desde hacía una semana no había llovido,
de manera que las ruedas que dejaron una huella tan profunda, necesariamente
estuvieron allí durante la noche. También descubrí las huellas de los cascos
del caballo; el dibujo de una de ellas estaba marcado con mayor nitidez que el
perfil de los otros tres, lo que era una indicación de que se trataba de una
herradura nueva. Supuesto que el coche en contrábase allí después de que empezó
a llover y que no estuvo en ningún momento durante la mañana, en lo cual tengo
la palabra de Gregson, se sigue de ello que no tuvo más remedio que estar allí
durante la noche; por consiguiente, ese coche llevó a los dos individuos a la
casa.
Deducción final
Al final de todo el análisis y los pasos que tuvo que seguir: observar, analizar y organizar está listo para debelar la verdadera identidad del
asesino.
Sin embargo, ninguno de los dos
tuvo tiempo de hablar, porque alguien dio unos
golpecitos a la puerta y el joven
Wiggins, portavoz de los vagabundos callejeros, introdujo su personalidad
insignificante y desagradable.
-Con permiso, señor -dijo,
llevándose los dedos a la guedeja delantera-. Tengo abajo el coche.
-Eres buen muchacho -dijo Holmes
con benignidad-. ¿Por qué no adoptan este modelo en Scotland Yard? -prosiguió
mientras sacaba de un cajón unas esposas de acero-. Fíjense en lo bien que
actúan los resortes. Se cierran de una manera instantánea.
-Con el modelo antiguo nos
bastará si llegamos a dar con el criminal al que hemos de ponérselas - comentó
Lestrade.
-Está muy bien, está muy
bien-dijo, sonriente, Holmes-. El cochero podría ayudarme a cargar mis maletas.
Pídele que suba, Wiggins.
Quedé sorprendido al oír hablar a
mi compañero como si fuera a salir de viaje, siendo así que no me había hablado
una palabra a ese propósito. Había en la habitación una maleta pequeña, y ésa
fue la que sacó al medio y empezó a sujetar con la correa. Se hallaba
activamente ocupado en esa tarea, cuando entró el cochero.
-Oiga, cochero: écheme una mano,
sujetando esta hebilla -dijo, poniendo la rodilla encima, pero sin volver ni un
momento la cabeza.
El hombre aquel se adelantó con
expresión arisca y desafiadora y apoyó sus manos para ayudar. Se oyó de pronto
un clic seco, un tintineo metálico y Sherlock Holmes volvió a ponerse en pie de
un salto, exclamando con ojos centelleantes:
-Caballeros, permítanme que les
presente al señor Jefferson Hope, asesino de Enoch Drebber y Joseph Stangerson.
Todo fue cosa de un instante. Tan rápido fue, que ni tiempo había tenido yo
para darme cuenta. Conservo como recuerdo vivaz de aquel momento el de la
expresión de triunfo del rostro y del timbre de la voz de Holmes, de la cara
atónita y furiosa del cochero al clavar su vista en las centelleantes esposas
que habían aparecido como por arte de magia en sus muñecas. Durante uno o dos
segundos habríamos podido pasar por un grupo de estatuas.
La pregunta del millón ahora es ¿Por qué los detectives de Scotland Yard fallaron al encontrar al
asesino?
La respuesta es fácil, ya que los detectives de Scotland Yard no analizaron los detalles lo suficiente y no fueron lo suficientemente observadores, solo se enfocaron en lo que vieron, y no indagar más a
fondo, por lo que no realizaron una investigación correcta y acertada.
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